Casi nadie duda de la existencia de Jesús hoy en día. Su obra ha perdurado a lo largo del tiempo, y eso que no escribió ningún libro, ni ocupó ningún cargo prominente, ni político, ni religioso.

Nacido en la provincia romana de Judea al principio de nuestra era reunió a su alrededor un pequeño grupo de discípulos que tras su muerte estuvieron dispuestos a perder sus propias vidas proclamando su extraordinario mensaje y afirmando ser testigos de su resurrección.

Jesús hizo cosas extraordinarias y en los cuatro evangelios que se escribieron poco después de su muerte se afirma que sanó a muchos enfermos mostrando con ello la misericordia divina frente al sufrimiento humano.

Además dijo cosas extraordinarias muchas de las cuales se repiten y citan a veces sin saber que son suyas.
Por ejemplo:

  • Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. (Evangelio de Mateo 5:44)
  • Así pues, haced con los demás lo mismo que queréis que los demás hagan con vosotros (Evangelio de Mateo 7:12).
  • Hay más felicidad en dar que en recibir. (Hechos de los Apóstoles 20:35).

Jesús dijo cosas extraordinarias; pero sin duda lo más extraordinario de todo lo que dijo fue su promesa de salvación:

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y a dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; 19 a anunciar el año favorable del Señor. 20 Luego Jesús cerró el libro, lo dio al ayudante de la sinagoga y se sentó. Todos los presentes le miraban atentamente. 21 Él comenzó a hablar, diciendo: Hoy mismo se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. (Evangelio de Lucas 4:18-21).

Luego les contestó: Id y contad a Juan (el bautista) lo que habéis visto y oído: que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia. 23 ¡Y dichoso el que no pierde su confianza en mí! (Evangelio de Lucas 7:22,23).

Estas promesas de salvación se ofrecen a todos los seres humanos y son (si nuestro orgullo no nos impide reconocerlo) nuestra mayor necesidad. El perdón y el amor de Dios por la humanidad se ofrecieron en Jesús, que murió y resucitó para salvarnos. Todos aquellos que reconocemos nuestra insuficiencia y el anhelo de un mundo mejor estamos invitados a seguirle y servirle compartiendo sus palabras y viviendo su mensaje:

Ánimo hijo, tus pecados quedan perdonados (Evangelio de Mateo 9:2).

Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. (Evangelio de Juan 3:16).

Si compartes esta inquietud con nosotros te invitamos a que creas en Jesús como el salvador de toda la humanidad (y el tuyo en particular) y que le sigas participando en la vida de nuestra iglesia.

¡El que tenga sed, venga a mí; el que cree en mí, que beba! 38 Como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva. (Evangelio de Juan 7:37,38).

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar. (Evangelio de Mateo 11:28).

Te esperamos.